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sábado, 30 de octubre de 2021
jueves, 28 de octubre de 2021
Un compromiso a prueba de fuego
Un compromiso a prueba de fuego OCTUBRE 28
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Daniel 3.16–18
¡Qué fácil nos resulta leer esta historia, sentados en la comodidad de nuestra casa y conociendo de antemano cómo fue el desenlace! Nuestra tendencia triunfalista nos lleva a creer que todas las historias terminan de manera espectacular cuando afirmamos nuestra fidelidad hacia Dios. Mas luego recordamos a Esteban, Felipe, Pablo, Pedro, para mencionar solamente a algunos de los muchos que pagaron con la vida su postura de fe.
No obstante, los tres audaces protagonistas del texto sobre el cual hoy reflexionamos nos dejan una importante lección acerca de nuestra postura en tiempos de persecución. Cabe aclarar que esta persecución no necesita ser tan dramática como la de Sadrac, Mesac y Abed-nego. De muchas maneras diferentes nos enfrentamos, día a día, a las mismas presiones que estos varones. No debemos dudar por un instante que las mismas fuerzas malignas buscan moldearnos a la imagen de lo que es aceptado por este mundo. Puede ser la presión de no pagar impuestos, de hacer trampa en un examen, de colaborar en algún proyecto deshonesto en el trabajo, o de ceder frente a las filosofías predominantes de estos tiempos.
Los tres israelitas se valieron de dos argumentos para responderle a Nabucodonosor. El primero, descansaba sobre una convicción profunda y radical de que Dios era el que iba a determinar su futuro, no el rey de Babilonia. Esta es la misma postura que adoptó Cristo frente a Pilato, quien pretendía convencerle de que tenía autoridad para hacer con él como quisiera. Mas Jesús le respondió: «Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuera dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene» (Jn 19.11). Es decir, los hijos de Dios, en la hora de la prueba, no ceden frente a la tentación de creer que la situación en la que se encuentran está más allá del control del Altísimo. Saben que, aun en situaciones de las más atroces manifestaciones de maldad, existe un Dios soberano sin cuya autoridad no puede moverse nadie, ni siquiera el más malvado.
Los tres valientes de nuestra historia también se aferraban a una segunda convicción, y es que los hijos de Dios han sido llamados a una vida de obediencia incondicional. Frente a situaciones donde peligra aquello que garantiza su bienestar personal no dudan de escoger el camino de la lealtad hacia lo que es justo y bueno delante del Santo. En esto no permiten que su obediencia sea condicionada por ninguna circunstancia ni tampoco por ningún hombre. Ante tal postura se abren a la posibilidad de ver las más increíbles manifestaciones de gracia. En este caso, salieron ilesos del fuego. En el caso de Esteban, mientras moría vio el destino final de su fidelidad: los brazos de Aquel a quien no estaba dispuesto a negar.
Para pensar:
La palabra final, en toda historia humana, la tiene Aquel en cuyas manos esta escondida la vida misma.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
miércoles, 27 de octubre de 2021
Un corazón dividido
Devocional OCTUBRE 27/2021
Un corazón dividido
Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. 1 Reyes 18.20–21
Cuando Elías confrontó al pueblo en el Monte Carmelo, los israelitas ya tenían una larga historia de prostitución con los dioses de la tierra. Antes de desafiar a los profetas de Baal, sin embargo, el profeta enfrentó al pueblo con las palabras que hoy forman parte de nuestro devocional. Aunque los líderes habían conducido al pueblo de Dios por un camino que no les convenía, ninguna persona podía escudarse detrás de este hecho. La pregunta que lanzó Elías hacia el pueblo muestra que creía firmemente que cada persona presente era, en última instancia, responsable de su propio pecado.
La clave de la situación que estaba viviendo el pueblo se encuentra en la palabra «vacilar». El diccionario de sinónimos nos presenta esta lista de términos similares: titubear, oscilar, balancear, fluctuar. Todas estas palabras dan una clara idea del estado en el que se encontraba el pueblo. No tenían un rumbo definido. No estaban comprometidos con una sola cosa. No poseían la seguridad, inamovible, de aquellos que saben dónde están plantados en la vida.
Debemos notar que esta situación afecta particularmente al pueblo de Dios. Los que no son parte de su casa están enteramente entregados al camino de las tinieblas. No experimentan más que un titubeo ocasional por el testimonio de sus propias conciencias. La mayoría del tiempo, sin embargo, avanzan seguros por el camino que recorren todos los que están a su alrededor. Es el camino de la mayoría y no tienen por qué cuestionar si es el más apropiado para sus vidas.
La situación del hijo de Dios indeciso, en cambio, es la más desdichada de las condiciones. No es ni una cosa ni la otra. Habiendo probado lo que es la vida de la mano de Dios, ha optado por volver a recorrer el camino que había descartado. No logra, sin embargo, olvidarse de lo que ha experimentado cerca de Jehová, de modo que este camino ya no le produce la satisfacción que le dio en otro tiempo. Tampoco disfruta de la comunión plena con el Padre, porque su corazón está contaminado con las preocupaciones que son propias de los que andan en tinieblas.
La descripción más exacta de este desdichado estado la dejó el rey cuyo corazón nunca estuvo enteramente entregado a Dios: Salomón. Intentó caminar por los dos caminos a la vez. Sus conclusiones están relatadas en el libro de Eclesiastés, donde declara una y otra vez: «todo es vanidad de vanidades».
Elías invita al pueblo a una postura de entrega absoluta, ya sea para un lado o para el otro. La vacilación nos paraliza y nos llena de dudas y temores. Cuando nos decidimos por un camino, es bueno que no cuestionemos más la decisión, sino que avancemos con paso firme y confiado, por el rumbo que creemos adecuado.
Para pensar:
«No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, ya que es persona de doble ánimo e inconstante en todos sus caminos» (Stg 1.7–8).
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.